No tuvo el mismo cuidado con ella que sí que el tiempo se le hizo tarde demasiado temprano. Casi sin darse de cuenta. ¿Quién lo pudiera haber imaginado un 17 de enero? Esas cosas se aprenden sin atender calendarios y yo la aprendí cuando un mediodía de julio se hizo noche e invierno al instante.
Muchos años antes ya había empezado a morirse, pero aquel julio fue la última —sin ser la primera— vez que lo hizo.
En la memoria quedó todo lo demás: los Bassersdorf, los Danubio, domingos de Areacova, las noches de Darbo, las queimadas, las noches de veranillos de San Martín en Noviembre...
A ellos dos les debo todo y ellos son las raíces del árbol en que se basa esta página... y mucho más.
Aunque eso sea lo de menos; lo importante, lo realmente importante, ellos lo saben de sobra.
Gracias por todo.
PD. Qué crueldad la de haberse hecho tarde tan temprano.