María Soliña, viuda del pescador Pedro Barba, víctima del asalto turco a Domayo y Cangas en 1617; fue la más conocida de “las brujas de Cangas”
A modo de apunte, decir que el apellido al no haber libros sacramentales conservados, y por ausencia de norma general en esa época, pudiera ser que fuera Soliño, y feminizado este al ser ella mujer, o que Soliña fuese el apellido original de alguno de sus dos progenitores, ya que, repito, no existía una norma única en la sucesión del apellido en esa época.
Acusada de brujería fue sentenciada a muerte por la Inquisición en Santiago de Compostela, aunque posteriormente se le conmutaría el castigo por el escarnio público al confesarse culpable para evitar la tortura.
Se sitúa su nacimiento en 1551 en Cangas y se desconoce la fecha de defunción. Tampoco se conserva la partida de matrimonio con Pedro Barba quien, además de su dorna, tenía posesiones. Así el matrimonio había logrado tener casa, -casa y sobrado en la Calle Barreiros- fincas, en la actual calle Real y lo más valioso, los derechos de presentación con los que contaba María en la Colegiata de Cangas y en la Iglesias de San Martiño de Moaña y San Cibrán de Aldán, por herencia tras la muerte de su marido y un derecho a ser sepultada en el atrio de la Colegiata canguesa.
Consistían estos en que los sucesores del fundador de una Iglesia podían proponer a su nuevo titular en vacante del anterior y participar en los beneficios generados.
En un período de bajas rentas para nobles y burguesía, y ante la riqueza material del matrimonio, la nobleza municipal ve la posibilidad de recuperar riqueza a costa de requisar bienes a personas más vulnerables. Cuentan para ello con el consentimiento del Tribunal del Santo Oficio de Santiago de Compostela. Por ello, María es acusada de brujería junto con otras mujeres.
El hecho de que hubiera quedado viuda la hacía, si cabe, más vulnerable y la acusación fue fundamentada en sus continuos paseos de ella por la noche a la playa, al lugar donde su marido y su hermano murieran en la defensa contra los piratas turcos.
Junto con ella, otras ocho mujeres fueron acusadas y juzgadas por brujería. Para disimular la arbitrariedad y que la acusación se debiera a un fin estrictamente económico se mezclaron entre estas nueve mujeres, algunas que eran pobres de solemnidad. Eso sí, todas viudas tras el ataque a la villa.
Después de ser torturada y haber confesado, se le requisaron a María sus bienes y derechos de presentación y le conmutaron la sentencia a morir en la hoguera a portar el hábito de penitente por seis meses.
Sin saber la fecha de defunción, no debió ser muy lejana porque se le calculaban unos 65 años cuando el pueblo es asaltado.
Otras acusadas fueron Elvira Martínez, Teresa Pérez y María Ribeiro, estas dos con derechos de presentación de San Pedro de Sárdoma; Catalina de la Iglesia, María Colassa, viuda de Lorenzo de Valverde, también con derechos en la misma de Sárdoma, María dos Santos, Catalina Vidal, y Ana Fernández y Dominga Gutiérrez de fuera del municipio.
En la cultura, destacar el poema de Celso Emilio Ferreiro, posteriormente musicalizado y cantado por diferentes cantantes, o la canción creada por el grupo cangués Astarot.; además de obras teatrales, películas, documentales o nóvelas escritas.
Poema de C.E. Ferreiro Canción de Astarot